ANDREU NIN La apertura de los archivos soviéticos y la guerra civil española
Stanley G. Payne
En la vasta bibliografía de la guerra de
España de 1936 a 1939, sobre la que se han escrito miles de libros, la cuestión
más turbia y controvertida ha sido determinar cuáles fueron exactamente el
papel y la política de la Unión Soviética.
Poco después de concluir el
conflicto, Walter Krivitsky, el más importante desertor de la NKVD -policía
política estalinista- de la época, escribió lo siguiente: «La historia de la
intervención soviética sigue siendo el principal misterio de la Guerra Civil
española».
Hace apenas tres años, el historiador británico Gerald Howson
observó que esta cuestión «ha provocado más preguntas, confusiones y agrias
controversias que cualquier otro tema de la historia de la Guerra Civil de
España».
La derrota de Alemania e Italia en la II
Guerra Mundial, las dos potencias que intervinieron en el bando de Franco,
trajo como consecuencia la total apertura de los archivos de estos países, pero
el triunfo y la larga vida de la Unión Soviética significaron que hasta los
años 90 sus archivos sólo podían ser consultados por el reducido número de
historiadores soviéticos considerados afines a la línea del partido, a quienes
concedieron un acceso limitado a los fondos.
Por tanto, el papel de los
soviéticos en la guerra española continuó siendo motivo de controversia entre
los historiadores que sólo podían consultar los archivos de España y de otros
países occidentales.
El velo comenzó a apartarse lentamente
tras la disolución de la Unión Soviética en 1991, cuando los investigadores
occidentales pudieron por primera vez acceder directamente a los archivos
soviéticos. Las oportunidades fueron mayores a principios y mediados de los
años 90. Más recientemente, dado el creciente nacionalismo de la segunda
Administración de Yeltsin y del actual Gobierno de Putin, se ha vuelto a
restringir a los historiadores extranjeros el acceso a estos documentos.
Los tres fondos que quedaron más
disponibles para los especialistas extranjeros fueron los archivos de la
Internacional Comunista y del Ejército Rojo, y algunos archivos secundarios
relacionados con asuntos culturales.
Los archivos del Ministerio de Asuntos
Exteriores de la Unión Soviética y del NKVD/MVD/KGB -los dos últimos,
Ministerio del Interior y policía secreta soviética- siempre han sido
considerados más confidenciales, sobre todo los de la Presidencia del Gobierno.
Sólo un reducido número de historiadores rusos obtuvieron autorización para
estudiar el lichny arkhiv Stalina (el archivo personal de Stalin),
principalmente a principios de los años 90.
Uno de los proyectos más importantes de
esa década reunió a un grupo de historiadores y de expertos políticos de países
occidentales en los que la Internacional Comunista había tenido un papel
activo, para recabar sistemáticamente los principales documentos de los
archivos del Comintern.
En este proyecto España estuvo representada por Antonio
Elorza y Marta Bizcarrondo, quienes ofrecen un importante análisis de la
política del Comintern y del PCE en su impresionante estudio Queridos
camaradas. La Internacional Comunista y España. 1919-1939 (1999). Se trata del
libro más original publicado en mucho tiempo sobre cualquier aspecto de la
Guerra Civil.
Los documentos soviéticos también han
sido utilizados para estudiar otros temas.
El historiador británico Gerald
Howson publicó en 1998 Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil
War, que pronto apareció en español Armas para España: la historia no contada
de la Guerra Civil española.
Su libro ofrece una amplia descripción de los
esfuerzos de la República para obtener armas en el exterior, y utiliza
documentos soviéticos recientemente desclasificados para cuantificar el
armamento soviético enviado a España, punto que ha sido siempre objeto de
muchas conjeturas y polémicas. Si bien esta relación no puede considerarse
definitiva, y los datos necesitan ser corroborados por otras investigaciones
sistemáticas de los archivos soviéticos, representa sin embargo un gran paso
adelante.
Posteriormente se han llevado a cabo
otros estudios, entre los que figuran sendas tesis doctorales completadas el
año pasado por dos jóvenes especialistas. En Wisconsin, Daniel Kowalsky ha
terminado recientemente su tesis The Soviet Union and the Spanish Republic:
Diplomatic, Cultural and Military Relations, 1936-1939, estudio de tres
importantes aspectos -diplomáticos, culturales y militares- de las relaciones
entre la República española y la Unión Soviética para el que se ha empleado una
amplia selección de documentos soviéticos, mientras que en Alemania Frank
Schauff ha completado por su parte una investigación sobre las relaciones entre
el Comintern y España durante la Guerra Civil. Es probable que ambos estudios
se publiquen dentro de poco tiempo.
Este verano ha aparecido en Estados
Unidos uno de los proyectos más sorprendentes e importantes basados en los
archivos soviéticos, Spain Betrayed (España traicionada), la edición de más de
500 páginas de documentos relacionados con la Guerra Civil española.
El libro
es una amplia muestra representativa de algunos de los más importantes fondos
documentales soviéticos, especialmente de los archivos del Ejército Rojo y del
Comintern, aunque también incluye documentos del Ministerio de Asuntos
Exteriores.
La documentación fue fotocopiada de los originales de los antiguos
archivos soviéticos a mediados de los años 90 por la joven historiadora de Yale
Mary Habeck, y el volumen publicado ha sido coeditado por otro historiador
estadounidense, Ronald Radosh, y el renombrado experto y editor ruso Grigory
Sivostianov. Juntos han presentado, anotado y contextualizado cuidadosamente
las fuentes, proporcionando así por primera vez un amplio panorama documental
de la participación soviética en España.
Esta documentación hasta ahora inédita
confirma algunas interpretaciones clásicas de la intervención soviética, y
también presenta datos que ofrecen una nueva perspectiva sobre una serie de
problemas. Se ha dicho con frecuencia, por ejemplo, que el Gobierno de Giral
sólo acudió a la Unión Soviética en busca de ayuda militar una vez que Francia
anunció su política de no intervención, aunque uno de los primeros documentos
presentados en este libro es la primera petición de ayuda que envió Giral a la
Unión Soviética con fecha del 25 de julio de 1936, varios días antes del
anuncio de la posición francesa.
La política de Stalin en España fue
atrevida y cautelosa a la vez. La Unión Soviética había mantenido durante 15
años su propio partido político en España, el PCE, que para 1936, si bien no
dejaba de ser una organización relativamente pequeña, había alcanzado por fin
una importancia considerable. Aunque el espectro del comunismo atemorizaba a
millones de españoles conservadores, en la primavera de 1936 la política
soviética había convertido al PCE en el más moderado partido revolucionario de
España, al menos en lo concerniente a sus tácticas inmediatas.
La política de los soviéticos y del
Comintern buscaba evitar el estallido de una guerra civil, pues eran
conscientes de que la situación existente, el monopolio político de la
izquierda, les resultaba mucho más útil, y en segundo lugar entendían que una
guerra civil en España complicaría inevitablemente la nueva política soviética
de seguridad colectiva contra Alemania, cuyo objetivo era obtener el apoyo de
Francia y de Gran Bretaña. Transcurrieron dos meses antes de que Stalin
decidiera lanzar una gran intervención militar, decisión que no fue ratificada
por el Politburó soviético hasta el 29 de septiembre. (El teniente coronel Yuri
Rybalkin, historiador ruso especializado en cuestiones militares, ha señalado
que el momento en que se tomó esta decisión coincidió con el primer envío de la
mayor parte de las reservas de oro del Banco de España, que fueron trasladadas
de Madrid a Cartagena, lo que parecía garantizar el pago de la ayuda militar
exterior).
El volumen recién publicado contiene una
excelente selección de informes de los numerosos asesores militares soviéticos
que participaron en el adiestramiento y la dirección del nuevo Ejército Popular
de la República. Esta organización, que adoptó como insignias la estrella roja
y el saludo con el puño en alto (el rotfront inventado por el Partido Comunista
alemán en 1927) y que contó con la participación de los omnipresentes
comisarios políticos, pronto adquirió un aspecto soviético. Salvo algunas
excepciones, los asesores soviéticos no dieron una buena calificación a los
republicanos. Sus informes a Moscú hablan largo y tendido de las divisiones
políticas, la indisciplina y la falta de organización del Ejército Popular.
También demuestran que en la época de Stalin los oficiales soviéticos
intercambiaban la misma retórica que emitían al exterior como propaganda
política. Los fracasos republicanos no se consideraban errores humanos, o
producto de la inexperiencia, la falta de instrucción militar o la
precipitación; en la mayoría de los casos se atribuían siniestramente a la obra
de traidores, agentes fascistas y trotskistas.
El libro también ofrece una serie de
informes reveladores sobre las Brigadas Internacionales. Los voluntarios
extranjeros, comunistas en su mayoría, reclutados en distintos países por el
Comintern, gozaron de enorme publicidad y se convirtieron en una de las
leyendas más perdurables de la guerra, la del grupo de voluntarios idealistas
de todas partes del mundo que lucharon por la democracia y en contra del
fascismo. La realidad fue algo distinta. Como ha escrito el novelista
estadounidense William Herrick, veterano de la Brigada Abraham Lincoln: «Sí,
fuimos a España para combatir el fascismo, pero la democracia no era nuestro
objetivo». Los brigadas fueron lanzadas a las más duras batallas, a menudo como
fuerza de choque, y sufrieron un excepcional número de bajas.
Los documentos soviéticos revelan que
muy pronto, en el verano de 1937, las unidades de voluntarios extranjeros
comenzaron a sufrir graves problemas de indisciplina y de baja moral. El
idealismo comunista no excluía las graves actitudes racistas de las brigadas
hacia los españoles e incluso entre sus mismas filas, lo que daba lugar a
intensas fricciones étnicas. Para esta época ya era necesario completar las
brigadas con un gran número de reclutas españoles, hasta el punto de que la
mayoría de las unidades sólo tenían de internacional el nombre. El desaparecido
historiador ruso M. T. Meshcheryakov ya había llamado la atención sobre algunos
de estos problemas en un artículo sobre las Brigadas Internacionales publicado
en Rusia justo antes de la disolución de la Unión Soviética.
Otros documentos de Spain Betrayed
arrojan luz sobre la idea soviética del «nuevo tipo de república democrática» o
«república popular», términos con los que bautizaron a la República Española
durante la guerra, así como sobre la postura soviética ante la revolución en la
zona republicana.
La política comunista hacia otros
partidos republicanos, particularmente hacia los anarquistas y el POUM -Partido
Obrero de Unificación Marxista-, ya ha sido estudiada a partir de fuentes
españolas, pero esta nueva documentación permite un mayor esclarecimiento de
las intenciones y los cálculos comunistas, particularmente de los que
precedieron los «sucesos de mayo de 1937 en Barcelona».
Casi todos los
historiadores están de acuerdo en que la Unión Soviética alcanzó su mayor poder
e influencia en España durante los tres gobiernos de Juan Negrín (1937-1939),
aunque existe una gran polémica sobre el verdadero alcance de la alianza entre
Negrín y los comunistas.
Los documentos presentados en este volumen arrojan
suficiente luz sobre la cuestión. Como era de esperar, ponen de manifiesto que
los soviéticos estaban bastante satisfechos con la extrema receptividad y
cooperación de Negrín.
No obstante, la satisfacción no era total, ya que los
asesores del Comintern y de la Unión Soviética se quejaban de que el primer
ministro republicano no siempre promovía todas sus iniciativas. Lo criticaban
también por ceder a menudo ante su propio partido, el socialista, y por no
mostrar interés en tomar personalmente el control del partido ni en forzar su
fusión con los comunistas, requisito de la estrategia de la «república
popular».
Si bien las intenciones políticas de
Negrín no eran de orientación soviética, lo cierto es que tampoco eran
democráticas. Los informes soviéticos enviados a finales de 1938 analizan la
propuesta de Negrín de crear una especie de frente o «partido único» en la zona
republicana y su promesa de que, tras la victoria del bando republicano, no
volvería al «parlamentarismo» ni al «libre juego de partidos» de la Segunda
República, sino que implantaría un sistema de izquierda totalitario y
nacionalizaría la industria.
La intervención soviética fue
sorprendentemente rentable. Stalin se apropió de todo el oro español depositado
en Moscú como pago por la ayuda soviética, cobrada a un precio excepcionalmente
elevado, de modo que el Gobierno soviético obtuvo importantes beneficios en la
operación. Poco más de 3.000 militares y efectivos soviéticos prestaron
servicio en España, cifra que apenas supera la de los 2.800 ciudadanos
estadounidenses que se presentaron como voluntarios en las dos brigadas
internacionales norteamericanas. Sólo unos 200 soviéticos murieron en la guerra,
mientras que los norteamericanos, que participaron en las más duras batallas,
sufrieron un número de bajas al menos tres veces mayor.
No obstante, la política soviética
fracasó tanto en el plano nacional español como en el ámbito internacional.
Stalin tenía miedo de enviar suficiente ayuda militar para permitir el triunfo
del bando republicano, por tanto la incipiente República Popular apenas pudo
desarrollarse antes de su defunción. Además, el espectáculo de una intervención
armada soviética en Europa Occidental para ayudar a la revolución española
habría minado la política de seguridad colectiva de Stalin con respecto a Gran
Bretaña y Francia. El dictador que más provecho sacó de la guerra en España no
fue Stalin sino Hitler, ya que el objetivo del líder nazi no era tanto
contribuir a una rápida victoria de Franco, sino prolongar lo más posible el
conflicto español para desviar la atención del desarme y la expansión de
Alemania en Europa Central, disuadir a los países democráticos, crear
divisiones internas en Francia e involucrar a Mussolini en los planes alemanes.
En todos estos aspectos Hitler obtuvo un gran éxito. Más tarde, menos de cinco
meses después del final de la guerra española, Hitler y Stalin se pondrían de
acuerdo para lanzar el bombazo diplomático del siglo, lo que puso fin a la
política «antifascista» soviética.
Los editores de Spain Betrayed han
reunido una sorprendente selección de fuentes originales que permitirán el
esclarecimiento de la política soviética durante la Guerra Civil, lo que supone
un gran avance en la siempre creciente bibliografía del conflicto. Este tesoro
de documentos también se pondrá a disposición del lector español el próximo
año, cuando la editorial Planeta publique la edición española del libro [1] .
El volumen parece destinado a una larga vida como una de las pocas
publicaciones indispensables sobre la guerra española, el conflicto civil que
se convirtió en uno de las grandes acontecimientos internacionales del siglo
pasado.
[1] El libro se ha publicado por
Editorial Planeta en septiembre del año 2002 con el título España traicionada
(Stalin y la guerra civil española)
España traicionada:
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