Por los datos de que se dispone (entre otras pistas,
algunas declaraciones de Suárez posteriores al golpe), fue un
destacado socialista el primero en sugerir al general Armada
la idea de un gobierno civil de coalición presidido por un militar.
En principio, además de Armada, se especuló sobre
varios nombres, entre otros el del mismo Sabino Fernández Campo.
En el verano de 1980, un documento secreto llegó a
manos del rey.
Le había llegado de Madrid, y se trataba de un informe
anónimo, aunque por el lenguaje parecía de autores civiles, según fuentes de
la Zarzuela.
Se hacía un análisis muy crítico de la gestión de
Adolfo Suárez y acababa con una propuesta, de la que no se conocen todos los
detalles.
Se trataba de derrocar al presidente, eso sí que se
sabe, y proponer como candidato alternativo a un militar o a un civil
independiente de prestigio.
En la versión oficial que se ha dado del informe, la
vía propuesta para lograr un objetivo como aquél era presentar una moción de
censura, pero esta idea parece poco verosímil, puesto que ya se había intentado
sin éxito el mes de mayo de 1980. Todo parece indicar que lo que se estaba
proponiendo realmente era lo que después se llamó “la solución Armada“,
cuyo leitmotiv fundamental era que las acciones se habían de enmarcar dentro de
los límites constitucionales, en una clase de renacimiento del famoso lema de Fernández
Miranda, “de ley a ley” (para hacer el tránsito del
franquismo a la democracia parlamentaria dentro del contexto de las Leyes
Fundamentales).
Pero con el paso previo imprescindible de la tentativa
de “golpe duro“, que después el rey se encargaría de reconducir. A
nivel operativo, para la tentativa de golpe duro, todas las acciones militares
planificadas, y después llevadas a término, respondían a un plano único que
gravitaba sobre cuatro puntos neurálgicos: el Congreso de los
Diputados, la Capitanía de la III Región Militar (Valencia), la sede de la
División Acorazada Brunete (de Madrid), y el palacio de La Zarzuela. Algo falló
en el complejo entramado.
El primer elemento discordante lo puso Sabino
Fernández Campo en La Zarzuela, con dos iniciativas muy simples, que ha asumido
públicamente, y que al comienzo no resultaron demasiado trascendentales.
En primero lugar, insistió en el hecho de que Armada
no actuara desde la Zarzuela, para no comprometer demasiado a la Corona, aun
cuando mantuvieran contacto telefónico durante toda la noche del 23-F.
En segundo lugar, con la misma intención, intentó
evitar que se involucraran los nombres del rey y de la reina, de la manera tan
explícita en que se estaban utilizando, para hacer la llamada al alzamiento.
Si quisiéramos creer que la Zarzuela estaba al tanto
del golpe del 23- F desde el comienzo, no solamente el rey, sino también su
secretario general, Sabino Fernández Campo, las iniciativas de este último sólo
habrían sido una precaución para proteger al rey en caso de que saliera mal
algo, o incluso tan sólo una cuestión de forma.
No se puede olvidar que, pese a la propaganda
institucional para presentarlo como el gran defensor de la democracia la noche
del 23- F, casi más efectiva con respecto a Fernández Campo que al mismo rey, Sabino
no ha brillado nunca precisamente como “progre”.
Sólo hace falta señalar, por el momento, las
declaraciones que ha hecho recientemente, en el verano del año 2000 (en una
conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo), en las que
afirmaba que el rey, como moderador y también como necesario mando supremo de
las Fuerzas Armadas, “debería intervenir en el caso de que las prerrogativas
concedidas por un hipotético Gobierno en minoría a un partido separatista
amenazaran la integridad de España“.
Estaba defendiendo nada menos que una intervención
militar en Euskadi, que apoyaba en consideraciones jurídicas sobre el artículo
8 de la Constitución. En la línea constitucionalista de Armada, se le habría
podido ocurrir algo parecido en febrero de 1981.
En todo caso, las de Sabino fueron iniciativas que, en
sí mismas, nunca habrían evitado el golpe. El elemento verdaderamente
distorsionador fue Tejero. Uno de los puntos más débiles del plan era
que, con un estilo similar al que Suárez había utilizado para legalizar el PCE,
sin informar del todo a los militares, esta vez se había utilizado a Tejero sin
decirle toda la verdad del plan. Y en el momento crucial, Tejero fue quien
realmente abortó el golpe. fuente
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